¿Quièn eres tù?
Nunca habìa visto algo...
tan especial...
tan infinitamente humano.
Me es imposible completar a
alguien, completar al otoño antes de tu llegada no pude, completarte ahora no
lo logro. No me atrevo a decírtelo por temor a hacernos daño, por temor a helar
la primavera que me regalas desde tu
invierno. Pero lo sé. Lo sé todo. Los nombres, las noches, los hoteles,
recuerdo las últimas palabras, las promesas antes de hacerlo, la culpa en un
saludo al día siguiente, todos tus pecados me besan de cerca. Y aún sabiendo
tus planes para màs tarde te pido que no juegues conmigo después de la quinta
cerveza, pero que va. Aunque prometas, sigues mordiendo y retorciendo los
conductos por donde se atrofia la energía, la confianza, y todo aquello que fluye
hacia ti con suma facilidad. Se me hunde el dolor en la piel cuando estas a
lado de otras, es que, siempre es una distinta, siempre es tu belleza atrapando
y dejándose caer. Dices que yo soy diferente a las demás, pero que va. Lo soy
porque me repites, porque no pasas de mí. Porque continuas deslizándote por mis
mejillas al guardarte en cada deseo que tengo en las pestañas. Apareces y mi
dolor se desvanece, te vas con otra amor y mi dolor nace de nuevo, esta vez con
tu nombre y tus besos. Y para no perderme en el vacio de tu lado de la cama,
finjo que te sustituyo sin esfuerzo. Pero no puedo dormir esas noches, y cuando
duermo sueño contigo. Me despierto en la mañana y beso la nicotina escribiéndote
todo lo que nunca te digo. Me muero de ganas de decirte que te echo de menos
cuando intento dormir en otros brazos. Intento hacerte lo mismo, trato que esas
noches no me duelan tanto, juego a ser carne en otra piel pero nunca lo logro. Se
me hace incomoda cualquier postura que no sean tus brazos cosquilleándome los
recodos. Me vacias las entrañas y no puedo follar, besar ni estar con otra. Y
mirando el reloj espero que pronto amanezca para que ya no estes a su lado. Con
todo lo que he llorado podría secar el mar antártico, pero no pierdo el
control, lo mantengo, dormido en mis adentros. Te sonrío y te espero con
paciencia, te doy todo de mi pero no alcanza, nunca alcanza, contigo o con ningún
amante. Me pierdo, y tú me encuentras en otros gemidos, derrumbas todos los
imperios que me construyes en el pecho. Dejas que los extraños puedan llenarte
de ese mar que no me alcanza para darte en la eternidad. Vete con cualquiera,
amor, y encuéntrame y extiéndeme, vuélveme eterna en otra piel. Todo es la
misma piel, y mi ausencia no puedes mitigarla con nadie, no puedes hacer nada
por mí. Luego vuelves, y me abrazas sin que yo te diga nada, escuchas mi
tristeza y la estrujas con fuerza hasta soldarme a tus brazos. Todo el arte que
flota en los halos de luz que me entregas, se cuelan por mis costillas y
vuelves a calentarme el alma. Te pido que me enseñes a llenarte, pero nunca me
vacias, siempre me queda tanto para dar. Te quedas viviendo al este del edén, perdida
en mis piernas, temblando con las rodillas clavadas en los paraísos que creo y
destruyo en un parpadeo lleno de magia, de esa magia que se desvanece con la
facilidad de las tardes felices al enrollar tus besos en mi cuello y olvidar
mis quejidos, al dibujar nuevas sombras entre tus manos y seguirlo encontrando
maravilloso. No tengo nada de extraordinario, pero acabas siéndolo sostenida en
mis pupilas, lo juro, y podría llorarlo. Y no es por menosprecio que va, es que
por mi sangre corre un acido capaz de destruirme al llegar la mañana cuando tu
lengua apunte otras piernas. Mi sueños se ahogan en lágrimas sin encontrar el
sol, tienes en mis manos tu corazón en cualquier silencio que se pierda entre
tus dedos. Lo observas como una gran tormenta que bombea acido y te arrastra
hasta las puertas del infierno, hasta mis sueños que te duermen y al despertar
te beso mientras el mundo se hace pedazos. Te duermes a mi lado y las noches se
hacen largas observándote dormir, y cuando me dejas a solas, hielas las noches entregándote
a otra, lo sé, porque en mi ventana se agrieta la nieve contra el cristal. En algún
lugar allá afuera, tu estas haciéndome todo lo que han sabido hacer de mí. Un
dolor con amor inagotable para dar, y que no espera recibir nada a cambio, nada
a cambio además de quedarme latiendo en tus manos un segundo mientras me
lloras, solo en una lagrima esta todo tu llanto, todo lo que te quiero. Y esa
lagrima que me entregas me alimenta para media vida sin ti cuando hayas partido.
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