Cuando el agua transparente se enamora de sus propios misterios. Deja de ser generosa y cristalina, se hace espuma. Ya no te permite ver a través de ella, sólo sentirla. Y en esa rebelde insistencia por acallarse a sí misma, me pregunto, cuando se quede tranquila y dócil a donde va a fluir todo aquello que no le enseña a nadie. Su silencio es un imperio tangible e indescifrable, tan parecido al canto de las sirenas que sólo es audible para aquellas criaturas que conocen el corazón del mar. En esa condición mística de la existencia, me parece que todos: misterios, animales y transparencias; estamos por igual en peligro de extinción.
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